Entre 1854 y 1862, el naturalista británico Alfred Russel Wallace viajó por los archipiélagos del Sudeste Asiático estudiando la flora y fauna del lugar. Después de años de observación, Wallace descubrió que en determinados lugares entre Borneo y las islas Célebes, los animales y plantas de las islas sufrían un cambio radical e inexplicable, pese a la proximidad y a la similitud de condiciones climáticas.
Esta línea imaginada por el naturalista, conocida hoy como la Línea de Wallace, se corresponde en realidad con un importante límite físico, una fosa submarina situada junto al límite entre las placas tectónicas de Australasia y Eurasia. Durante miles de años, tal y como explican en Genciencia, la fosa supuso un muro infranqueable para los animales y plantas de ambos lados, lo que provocó que evolucionaran de manera separada y dieran lugar a las curiosas variaciones que observó Wallace.
Toda la historia en: La línea de Wallace (Genciencia) [Via]